jueves, octubre 12, 2006

¡Sustancias cancerígenas a la vista!

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Las aflatoxinas son producidas por hongos del género Aspergillus, que se encuentran en la naturaleza y en muchos alimentos que se consumen a diario; originan tumores

Invisibles, inodoras y sin sabor; resistentes a altas temperaturas, a la ultrapasteurización, a la fermentación y a la nixtamalización: así son las aflatoxinas, metabolitos secundarios tóxicos producidos por hongos del género Aspergillus y presentes en muchos de los alimentos que consumimos a diario.

Un estudio (el primero a nivel mundial) realizado hacia el año 2000 en el Instituto de Biología, demostró que el cáncer cérvico-uterino no se origina siempre por el Virus del Papiloma Humano (VPH), sino también por alimentos contaminados con toxinas producidas por hongos.

En esa ocasión, Magda Carvajal Moreno descubrió que las aflatoxinas son un factor de origen del cáncer cérvico-uterino tan importante como el VPH.

Dicho estudio, en el que también participó Jaime Berumen, investigador del Hospital General de México, indica que 72% de las muestras malignas de exudados de Papanicolaou analizadas tuvieron VPH; pero también 60% de las mismas tenían aflatoxinas.

Aunque el VPH es un factor etiológico más determinante para el cáncer cérvico-uterino, las aflatoxinas también contribuyen mucho en la aparición de ese tipo de cáncer, que ocupa el primer lugar (con 24%) entre las neoplasias en México.

"En estudios similares con muestras de otros tumores cancerosos -señala Carvajal Moreno- encontramos que las aflatoxinas están unidas a su ADN (ácido desoxirribonucleico) como aductos (complejos que se forman cuando un compuesto químico se une a una molécula biológica, como el ADN o las proteínas) y son un factor determinante como biomarcadores de origen del cáncer de pecho en 40%; de páncreas en 46%; de recto en 54%, y de hígado en 65%."

Como se sabe, un biomarcador es una sustancia cuya presencia en el cuerpo indica riesgo de padecer una enfermedad. Así, la presencia de aflatoxinas unidas al ADN es un indicador de alta susceptibilidad para contraer cáncer.

Cirrosis y hepatitis

Sólo un puñado de gente (no más de 15 personas en el mundo, según Carvajal Moreno) dispone de la tecnología necesaria para estudiar las aflatoxinas como causa de diferentes tipos de cáncer.

Las aflatoxinas se detectan mediante unos análisis químicos sumamente refinados, conocidos como Elisa y cromatografía de líquidos. Se purifica el ADN del tumor para encontrar las toxinas. Una molécula de aflatoxina en un millón de nucleótidos ya se considera un cancerígeno evidente. Carvajal Moreno ha encontrado "no sólo una parte por millón, sino cantidades muy altas: 10 mil, 40 mil.

Debido a que las aflatoxinas no sólo se pegan al ADN del tumor, sino que también pueden salir junto con la orina, la leche materna o las heces fecales, la investigadora universitaria llevó a cabo, en el periodo comprendido entre 1994 y 1999, estudios sobre cirrosis y hepatitis, males que colocan a México en el primer lugar en América Latina.

De esa manera, concentró y detectó aflatoxinas en la orina de 24 horas de 210 pacientes del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, con diagnóstico de hepatitis B y C crónicas, y cirrosis viral y alcohólica.

Los resultados revelaron que el nivel más alto de aflatoxinas obtenido correspondió al grupo de riesgo con hepatitis B crónica (50%), seguido por el de cirrosis viral (26%) y por el de hepatitis C (17%).

En este estudio participaron, asimismo, María Teresa Álvarez, tesista de doctorado, e Ignacio Méndez, del Instituto de Investigación en Matemáticas Aplicadas y Sistemas, así como Francisco Rojo, de la Facultad de Química, ambos de la UNAM.

Otras micotoxinas

Carvajal Moreno ha estudiado también el daño que causan otras micotoxinas en animales, como las fumonisinas, producidas por el hongo Fusarium verticillioides (antes moniliforme).

Éstas afectan a los equinos, que las consumen en la cebada, el maíz, el sorgo y otros cereales contaminados. Los animales padecen leucoencefalomalacia, caracterizada por la aparición de cavernas en el cerebro, como consecuencia del reblandecimiento y la eliminación de la sustancia blanca. En un lapso que dura de seis horas a un día se quedan ciegos, caminan dando vueltas, sufren intensos dolores y mueren. Se han detectado muchos brotes de esta enfermedad en Jalisco y el estado de México.

Otra micotoxina analizada por la especialista es la zearalenona, producida por el hongo Fusarium graminearum. Afecta principalmente a los cerdos. Por su acción estrogénica, las hembras pierden toda la camada. Además, feminiza a los machos, volviéndolos impotentes. Un derivado de esta micotoxina -zearanal- se utiliza como anabólico para engordar ganado bovino (se implanta en forma de pellets en la oreja de los novillos).

Carvajal Moreno recuerda el caso de un individuo que se tragó uno de estos implantes cuando se comía un taco de oreja. "Perdió el pelo del pecho, empezó a cambiar de voz y se afeminó", asegura.

En la leche líquida

De acuerdo con los resultados de diversos estudios con diferentes marcas de leche, la ultrapasteurización no controla las aflatoxinas. Carvajal Moreno descubrió, por ejemplo, que casi toda la leche líquida tiene aflatoxinas en trazas con una frecuencia de 56-85% (la única que salió limpia fue la marca Nutrileche, que contiene aceite vegetal).

Actualmente, la investigadora estudia la presencia de aflatoxinas en huevos de gallina, pechugas, mollejas e hígados de pollo, así como en tortillas del DF.

"Pienso analizar también la relación entre las aflatoxinas y los maíces transgénicos. Se supone que, al controlarse mejor la cantidad de insectos, los granos de esos maíces no presentan tantas heridas y, por lo tanto, tienen menos aflatoxinas. Eso es en teoría. Trataré de corroborarlo", finaliza. (Fernando Guzmán Aguilar)

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