martes, mayo 08, 2007

Primero depresión, luego diabetes

Nuevas investigaciones revelan que la depresión podría provocar diabetes

Los adultos que tienen síntomas de depresión crónica o que se agrava con el tiempo tienen más probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2 a partir de los 65 años, han hallado investigadores de EEUU. El nuevo estudio indica que la depresión por sí sola, y no factores como el sobrepeso o el estilo de vida, bastan para desencadenar la diabetes en algunas personas mayores.

MALEN RUIZ

De Eroski, Portal del Consumidor Europeo, España
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Primero viene la depresión y luego la diabetes, aunque no siempre, han encontrado los científicos. La relación de la depresión con la diabetes ya se había planteado con anterioridad y parece tener raíces bioquímicas. El nuevo estudio, más amplio y completo que los anteriores, parece confirmarlo. «Esto quiere decir que los médicos deben tomarse muy en serio los síntomas depresivos en las personas mayores por la probabilidad de que desarrollen diabetes», ha señalado Mercedes Carnethon, directora del estudio.

La irritabilidad y la dificultad para conciliar el sueño son algunos de los síntomas que, cuando muestran gravedad, se relacionan con el riesgo de desarrollo de diabetes tipo 2. Hasta ahora, señalan los autores del nuevo estudio, esta relación se basaba en datos proporcionados por los mismos enfermos una sola vez, lo que se considera una base débil para poder establecer una correlación entre diabetes y depresión.

Asociando factores

Al seguir durante más de 10 años a un grupo de 4.681 personas, con una edad media de 72,7 años, que no tenían diabetes al inicio del estudio, se han corregido los defectos de trabajos anteriores. Cada año, durante 10 años, se evaluaron en los participantes 10 síntomas de depresión, entre ellos los relacionados con la sensación de alegría o tristeza, la irritabilidad, la ingesta de calorías, la concentración mental y el sueño, ha informado la Universidad Northwestern de Chicago, a la que pertenece Carnethon. La intensidad de los síntomas se reflejó en una escala de cero a 30, en la que el ocho o una cifra superior indicaba una alta intensidad.

También se recogieron datos sobre las características sociales y demográficas de los participantes, sus medidas clínicas incluyendo la altura y el peso, e información sobre el uso de medicación que indicaría la aparición de la diabetes. La calificación media de los síntomas depresivos al principio del estudio fue de 4,5 y un quinto de los participantes tuvo una calificación de 8 o superior. En los 10 años siguientes, subió la calificación en casi la mitad de los participantes y 234 individuos desarrollaron diabetes. La prevalencia de la diabetes fue mayor entre aquellos participantes cuya calificación era de 8 o superior.

Esta asociación de la depresión con la diabetes no se pudo explicar cuando se tuvieron en cuenta otros factores de riesgo para esta enfermedad, entre ellos la actividad física, el hábito de fumar y el índice de masa corporal. «Sabemos que el sobrepeso y la obesidad son los factores principales de riesgo para la diabetes y la mayor parte de las personas con diabetes tipo 2 tienen sobrepeso o son obesos», recuerda Carnethon. «Sin embargo, después de ajustar los datos teniendo en cuenta el índice de masa corporal, seguimos viendo una asociación residual entre depresión y diabetes».

Causa bioquímica

Para intentar explicar la causa bioquímica de esta asociación, los investigadores midieron el nivel en la sangre de una proteína relacionada con la inflamación, ya que las personas deprimidas suelen tener un alto nivel de inflamación, pero no obtuvieron resultados concluyentes. Así que la teoría ahora es que el culpable de la diabetes en las personas deprimidas es el alto nivel de una hormona del estrés, el cortisol.

Este alto nivel puede hacer disminuir la sensibilidad a la insulina y aumentar los depósitos de grasa en la cintura, que constituyen un factor de riesgo para la diabetes. La insulina permite que la glucosa entre en las células del cuerpo para ser utilizada como combustible, explican los científicos. En situaciones de estrés o depresión (y alto nivel de cortisol), las células del páncreas segregan menos insulina para permitir que el cuerpo disponga de glucosa suficiente en el torrente sanguíneo.

«Cuando estás deprimido o estresado tu cuerpo trata de mantener la glucosa en el torrente sanguíneo porque lo necesita como energía instantánea, así que bloquea la acción de la insulina e incluso puede producir más glucosa porque cree que la necesita», explica Carnethon. El estudio se ha publicado en Archives of Internal Medicine y sus autores creen que el mismo fenómeno se puede dar adultos deprimidos de menor edad que los participantes en él.

PREVALENCIA

Se estima que en los países occidentales un 6% de los mayores de 65 años sufre de depresión o enfermedades relacionadas con este trastorno y un 15,3% tiene diabetes, establecer la relación entre las dos enfermedades se considera importante para el mantenimiento de la salud de este sector de la población. Existen factores de riesgo genéticos para la diabetes tipo 2.

Hasta ahora se han identificado 10 variantes genéticas que se asocian con la susceptibilidad a este trastorno que afecta a más de 200 millones de personas en el mundo. Una de ellas, curiosamente, está en una región del cromosoma 11 en la que no se ha identificado ningún gen. Recientemente, un amplio estudio en la población de Islandia ha permitido encontrar una nueva variante genética que aumenta el riesgo de diabetes tipo 2 cuando el individuo tiene dos copias de ella, lo que le hace producir un 20% menos de insulina.

La cafeína y sus efectos en el corazón y otros órganos

Según un último estudio, las bebidas cafeinadas reducen el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares

Los datos sobre la aportación de la cafeína a la salud han sido desde siempre contradictorios. ¿Es beneficiosa o perjudicial para el organismo? Una última investigación con ciudadanos neoyorquinos habla principalmente de beneficios. El estudio afirma que beber bebidas cafeinadas puede disminuir en un 53% el riesgo de padecer un ataque cardiaco. Otro estudio sostiene que una ingesta moderada de café, aunque produce un aumento de la tensión, no incrementa el riesgo de infarto o enfermedades coronarias, ya que la subida se produce durante un periodo muy corto de tiempo. A pesar de estos efectos positivos, los especialistas rehúyen potenciar un mayor consumo de cafeína por las consecuencias negativas que puede tener en otros aspectos de la salud.

JORDI MONTANER

De Eroski, Portal del Consumidor Europeo, España
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En un artículo publicado recientemente en el American Journal of Clinical Nutrition, James Greenberg y su equipo de investigadores, del Departamento de Salud y Nutrición de la Universidad de Nueva York, resumen con cautela el seguimiento de 6.594 hombres y mujeres con edades comprendidas entre los 32 y los 86 años, aclarando que son precisos más datos epidemiológicos, metabólicos y clínicos para poder sentar conclusiones válidas. Pero el mensaje del estudio es más bien rotundo: cuantas más bebidas cafeinadas consumieron los individuos estudiados, menor fue su riesgo cardiovascular en comparación con quienes evitaron tomar café en todo momento. Greenberg también aclara que los individuos estudiados no tenían factores de riesgo tan condicionantes como hipertensión o diabetes, factores que deben tenerse muy en cuenta en las recomendaciones nutritivas y de prevención.

La dieta cafeinada incluía café, té, bebidas refrescantes de cola y chocolate a la taza. Los voluntarios fueron estudiados durante seis años, y en ese periodo fallecieron 349.282 por un ataque cardiaco y 67 por un ictus fatal. El experto estadounidense subraya que este efecto protector aparece después de los 65 años, y que en individuos más jóvenes o en hipertensos no se alcanza el mismo grado de protección.

Según Greenberg, tanto el café como el té, el chocolate o las bebidas de cola tienen, además de cafeína, compuestos antioxidantes y flavonoides que podrían ser los responsables del efecto detectado.

Junto a una taza de café

La cafeína, ingrediente activo del café, está presente en hojas y bayas de más de 60 especies vegetales. Su nombre se debe a que fue descubierta en las semillas del café el año 1820 (aunque el té contiene, en peso, más cafeína que el café). Es la droga estimulante socialmente más aceptada y considerada, a su vez, como la menos perjudicial. Esta sustancia actúa a distintos niveles en todo el cuerpo. A dosis habituales, consumiendo de dos a cuatro tazas diarias (150-250 miligramos), la cafeína estimula las funciones psíquicas y hace más fácil el esfuerzo intelectual, la asociación de ideas o la atención. En el sistema cardiovascular actúa también estimulando al corazón, incrementando la frecuencia cardiaca y la presión arterial de forma transitoria.

De acuerdo con los expertos, la cafeína pertenece a un grupo de sustancias llamadas xantinas, que estimulan el cerebro al interferir en la acción de la adenosina (un transmisor nervioso que produce calma y tranquilidad) y provocan una sensación de euforia y de fuerza durante algunas horas. Todo esto ocurre, sin embargo, no sin un incremento de los niveles de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores activadores). La máxima concentración en la sangre se alcanza entre los 30 y 45 minutos de la ingestión y, a las tres horas, ya se ha eliminado la mitad de la cafeína absorbida.

Más efectos

Hay quien dice que el café alivia el dolor de cabeza, lo que tiene, en cierta forma un sentido. Tanto la cafeína como la teofilina provocan una disminución del flujo sanguíneo cerebral por vasoconstricción, disminuyendo así la cefalea.

Su fama de buen digestivo tras las comidas también tiene justificación fisiológica: la cafeína aumenta la secreción de jugos gástricos (ácido clorhídrico y pepsina) en el estómago. Sin embargo, esta misma acción la convierte en un poderoso agente irritante de la mucosa. Asimismo, ejerce una acción antiespasmódica en la vesícula, tiene un leve efecto diurético, aumenta la capacidad de trabajo muscular, refuerza la contracción y retarda y alivia la fatiga. Por último, produce un discreto efecto en los pulmones, dilatando los bronquios.

Un estudio publicado el año 1999 en el Journal of the American Medical Association aseguraba que el consumo de café reduce considerablemente la aparición de cálculos biliares. Según los autores del trabajo, investigadores de la Universidad de Harvard, los adultos que beben de dos a tres dosis de cafeína al día tienen un 40% menos de riesgo. Ésta, al parecer, actúa previniendo la aparición de colesterol, principal componente de los cálculos biliares. No obstante, los especialistas rehúyen fomentar un mayor consumo de café, debido a las consecuencias negativas que puede tener para otros aspectos de la salud.

Anticonceptivos, anticoagulantes y protectores gástricos reducen la capacidad del organismo para eliminar la cafeína de los riñones, lo que puede provocar insomnio, irritabilidad y palpitaciones en muchos pacientes. La cafeína, además, reduce el efecto sedante de algunos tranquilizantes y, si se toma con determinados antidepresivos, puede causar una crisis de hipertensión arterial grave y alteraciones del ritmo cardiaco.

El contrapunto en otro estudio

Contradiciendo los resultados de Greenberg, un estudio publicado en la revista American Journal of Hypertension sostiene que una ingesta moderada de café produce un aumento de la tensión, pero que tiene lugar durante un periodo muy corto de tiempo y que, al decir de los expertos, no incrementa el riesgo de infarto o enfermedades coronarias. No obstante, la mezcla de cafeína con el estrés emocional eleva la presión arterial de forma sostenida y ponen en jaque a los pacientes hipertensos. La secreción de catecolamina que tiene lugar tras el consumo de café provoca un estado de hiperactividad cardiovascular.