miércoles, abril 11, 2007

Por qué se deben evitar las bebidas de procesamiento industrial

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Aunque el siguiente estudio fue hecho con niños es aplicable a jóvenes y adultos.

Un estudio sobre el síndrome metabólico en niños y adolescentes financiado por el Instituto Nacional de Salud y realizado en Pennsilvania por Alison Ventura y sus colegas Eric Loken y Leann Birch ha mostrado que dicho síndrome, relacionado con enfermedad cardiovascular, osteoporosis y diabetes en adultos, tiene una de sus causas en el elevado consumo de refrescos.

El estudio se publicó en diciembre de 2006 en Journal of American Academy of Pediatrics y mostró que aquellos con mayor riesgo de síndrome metabólico, caracterizado por una serie de rasgos (resistencia a la insulina, obesidad abdominal, hipertensión, triglicéridos y colesterol alto) habían consumido gran número de refrescos edulcorados entre los 5 y los 9 años de edad: «Controlar el peso y la ingesta de bebidas edulcoradas puede prevenir en un niño el riesgo de enfermedad cuando crezca», ha señalado Ventura.

Existen otros estudios que conectan el consumo elevado de refrescos, zumos de frutas y bebidas de cola con osteoporosis, obesidad, caries dental y enfermedad cardiaca. A pesar de ello, las ventas siguen aumentando, en parte por el consumo entre niños y adolescentes. A dicho aumento han contribuido las máquinas expendedoras de dichos productos en escuelas e institutos, pero también las costumbres de los progenitores, la escasa conciencia de lo peligrosos que son y, en gran medida, las campañas publicitarias: los refrescos son los productos más promocionados en toda la historia de la publicidad y también figuran entre los más adictivos.

Déficit nutricional interferencia de la absorción del calcio y las vitaminas B.

Los primeros refrescos comercializados hace décadas se elaboraban con azúcar puro, pero los actuales son mucho más dañinos y adictivos: ahora se utilizan productos muy procesados como Azúcar refino (blanca) el jarabe de maíz, diez veces más potentes y adictivos que el azúcar puro de caña. A esto hay que añadir que la gente bebe diez veces más refrescos que antes, incluso durante las comidas.

Sin embargo, los edulcorantes añadidos no son los únicos ingredientes adictivos, ya que muchas bebidas de cola contienen cafeína. Los adictos a los refrescos no se paran a pensar que su ingesta causa deficiencias nutricionales graves, ya que interfieren en la absorción de vitaminas y minerales. Un refresco enlatado contiene unas 10 cucharillas de azúcar, 150 calorías y de 30 a 55 mg de cafeína, además de colorantes alimentarios artificiales y sulfitos. Por si el elevado contenido en azúcares no fuera ya preocupante, los otros aditivos del producto, junto a su falta de valor nutritivo, convierte al refresco en una bebida muy dañina para la salud, sobre todo cuando se consume con regularidad.

En 2000, las investigaciones publicadas en Archives of Pediatric and Adolescent Medicine mostraron que los consumidores de estas bebidas presentaban niveles bajos de calcio, magnesio y vitamina A. En los últimos años, su consumo entre los más pequeños se ha duplicado en los países occidentales. En los Estados Unidos, por ejemplo, los jóvenes beben por término medio entre dos y tres botes al día, mientras que un 10% bebe siete o más. Dicho consumo ha supuesto una disminución en la ingesta de zumos naturales y leche, fuentes principales de nutrientes en la dieta de niños y adolescentes.

Los problemas con estos productos no se acaban ahí. El gobierno americano ha analizado más de 100 marcas de refrescos y cinco de ellas contenían elevados niveles de benceno, una sustancia química cancerígena conectada con la leucemia, y la mayoría de ellas tenían al menos cantidades detectables de dicha sustancia. El benceno suele formarse en bebidas que contienen vitamina C (ácido ascórbico) y los conservantes benzoato sódico o benzoato potásico. La exposición al calor y a la luz repercute en la formación de benceno.

En vista de tantas pruebas incontrovertibles de los riesgos para la salud de los refrescos, los fabricantes de los mismos están modificando las fórmulas de sus productos para mejorar su calidad. Sin embargo, aunque se reduzca el problema del benceno, difícilmente podrán eliminarse otros asociados con el consumo de estas bebidas. Son demasiadas las amenazas que suponen para la salud. Junto a su marca comercial, se les puede añadir la coletilla de: "Osteoporosis en botella", "diabetes en lata", "calculos renales" o "cáncer en botella". Para citar solo algunos; lo mismo es aplicable a los refrescos de cola «light», bajos en calorías: aunque el azúcar se sustituya por edulcorantes no calóricos como ciclamato, sacarina o aspartamo (aspartaim en inglés), estos son tan o más peligrosos que el azúcar e incluso que el jarabe de maíz, particularmente este último daña el páncreas, lo han demostrado estudios clínicos, sin embargo la mayoría de los edulcorantes para diabetes son a base de este producto que a fin de cuentas empeora su condición clínica. Tal vez se reduzca en ellos el contenido en cafeína, pero el ácido fosfórico no puede suprimirse en estos refrescos, de modo que son tan poco saludables como los normales. No se engañe bebiendo refrescos bajos en calorías (de dietas) No son más sanos y, al parecer, hacen ganar incluso más peso que los regulares.

Al igual que otras adicciones la generada por los refrescos no se puede superar fácilmente. Es preciso proceder de forma escalonada para desengancharse. Dependiendo de la cantidad de soda que se beba a diario, se recomienda ir eliminándola poco a poco para evitar los dolores de cabeza que suele ocasionar la supresión repentina de la cafeína en el organismo.

Si la adicción es muy fuerte, se puede buscar ayuda psicológica. Quien decida dejar de tomar refrescos encontrará que la mejor elección para paliar la sed es el agua. Una decisión así tendrá influencias profundas en su salud y en la de sus hijos. En última instancia, si quiere tomarse una bebida carbonatada, es preferible que sea agua mineral con gas. También pueden elaborarse en casa refrescos más económicos con agua filtrada, frutas y/o verduras y edulcorantes naturales.

Recopilado de la revista Año Cero